lunes, octubre 26, 2009

Conquistadores a cada paso

Si observan con atención un paso de cebra durante un rato comprobarán, como yo, que hay tres tipos de peatones, y su naturaleza queda siempre delatada por el muñequito verde que parpadea en el semáforo.
Algunos tiran la toalla, se apoyan en el semáforo o farola más cercanos, y esperan una ocasión más propicia para cruzar con calma. No tienen prisa, ni ganas de correr, pero sí una fundada esperanza en tiempos mejores para hacer las cosas como es debido.
Otros entienden el parpadeo como un pistoletazo de salida. Emprenden una carrera desesperada y, fijándose con atención, casi se puede leer el pánico en sus ojos. No tienen miedo al atropello; ese tipo de desgracias no suele avisar con señales luminosas. Seguramente tienen miedo, sobre todo, a ser descubiertos en el lugar inadecuado en el momento inadecuado, a convertirse de pronto en un error, en el origen del caos que, inevitablemente, provocarán en el tráfico cuando los coches arranquen de nuevo.
Existe, por fin, un último tipo de viandante: corre, con cierta desgana, hasta la mitad de la calle. Pero, a partir de ese momento, completa el recorrido hasta el otro lado sin prisa. Considera que, una vez alcanzado el punto medio del paso de cebra, ha conquistado el derecho a llegar hasta el final. A este peaton no le preocupan los pitidos de los conductores indignados, porque sabe que no arrancaran antes de tiempo.

¿Serán los mismos conductores los que están a punto de atropellar al corredor de sprint, y los que soportan con frustración la indolencia del conquistador de pasos de cebra ?

miércoles, octubre 21, 2009

Sabor a carne de oso

La guía, por otra parte, no la llevaba porque tuviese fe en ella, todo lo contrario. La rechazaba porque la consideraba una atadura, es más, como una criatura bastarda, un híbrido detestable de papel, nieve y roca. La llevaba de excursión para vilipendiarla, feliz cuando podía pillarla en un error, ya fuera a sus propias expensas o a las de sus compañeros de ascenso. (...)
-¿Y para bajar?
-Para bajar ya veremos -contestó. Y añadió misteriosamente-: Lo peor que nos puede ocurrir es que tengamos que probar carne de oso.
(...) Pero volvimos al valle por nuestros propios medios, y al posadero, que nos preguntaba riendo cómo lo habíamos pasado mientras miraba de reojo nuestras caras de loco, le contestamos descaradamente que habíamos hecho una excursión preciosa, pagamos la cuenta y nos fuimos con toda dignidad. Aquella era la carne de oso. Y ahora que han pasado tantos años, me arrepiento de haber comido poca, porque entre todo lo que la vida me ha concedido de bueno, nada ha tenido ni de lejos el sabor de aquella carne, que es el sabor de sentirse fuertes y libres, libres incluso de equivocarse, y dueños del propio destino.

Hierro
El Sistema Periódico

Cuentos Completos

Primo Levi
EL Aleph Editores
Barcelona 2009

viernes, octubre 16, 2009

Las, palabras justas

[El vitandín] intuye que las palabras no son herramientas neutrales, sabe que las palabras que utiliza configuran ya su identidad y las desmiente para sí mismo, para no apegarse a ellas.
Sabe que articulan su inteligencia y saturan cada poro de su piel. Sabe que no es posible tratar al lenguaje como algo externo, algo de lo que se pudiera disponer o no.
El vitandín propone un trabajo sobre el lenguaje que reconoce, por un lado, la necesidad, ineludible, de lidiar con las palabras y por otro la ostentación, imposición y proyección con las que las palabras abruman al mundo, lo obstaculizan y lo ciegan.

Arte de Probar. Ironía y Lógica en la India Antigua.
Juan Arnau.
Fondo de Cultura Económica.
Madrid 2008.

viernes, octubre 09, 2009

Val escaleras arriba

Conocí a Val en Orchha, y me regaló una conversación deliciosa. Profesora jubilada, había dedicado gran parte del tiempo libre de su vida a viajar por todo el mundo, casi siempre sola, y mantenía los ojos bien abiertos en todo momento. Era asombrosa la velocidad con la que subía las escaleras para no perderse detalle del paso de la comitiva que celebraba la fiesta de Ganesh.
Val me confesó que el mundo era un lugar cada vez más feo para viajar, pero a pesar de todo continuaba viajando siempre que le era posible. Creo que ella no pensaba con tristeza en todo lo que ya no está, porque la fascinación de lo que queda acaparaba toda su atención.
Lo cierto es que en Benarés, mientras un inesperado chaparrón agrupaba a indios y viajeros al refugio de la lluvia, sentí por primera vez en mi vida que no llegaba tarde a conocer un lugar, que hacía cientos de años aquel sitio había sido esencialmente igual a como era en aquel momento. Val sabía que no se puede vencer al tiempo pero que, a veces, estamos a tiempo de ganarle por la mano.
Corred, subid las escaleras con asombrosa velocidad, porque el mundo se acaba, se consume, se adultera, pero aún estamos a tiempo de llegar primero.
No dejéis que os lo cuenten.

viernes, octubre 02, 2009

Confucio en la miseria


Cuando, junto con sus discípulos, iba llegando a Chen, se les agotaron las provisiones y muchos del séquito se pusieron tan enfermos que eran incapaces de levantarse. Zilu, que veía esto con gran disgusto, dijo : "¿También el hombre superior tiene que pasar por estas miserias?". A lo que respondió Kong Qiu: "Ciertamente que sí, pero es el hombre vulgar el que pierde toda compostura si tiene que sufrirlas"
Lunyu XV, 1
cdo. China. Historia del pensamiento.
Jesús Mosterín.
Alianza Editorial. Madrid 2007.