Entrar en una cueva con pinturas rupestres es como asomarse a un pozo de
 conocimiento muy profundo y 
oscuro, donde por más que miras no consigues ver el fondo, pero sabes 
que está ahí. Y si tiras una piedra, te devuelve un sonido tan extraño 
al oído
 que no consigues diferenciar entre el golpe en el fondo y el eco 
producido. Yo creo ver al final un espejo luminoso y redondo, con nuestro
 propio reflejo de mono vestido que le lanza piedras a la luna.
Me 
pregunto al precio de desaprender qué aprendimos a ser lo que somos. Esa 
mirada limpia a los bisontes del genio de Altamira contrasta con la 
torpeza mostrada al representar la figura humana, que es, sin embargo, el centro 
del dibujo en el Homo Sapiens del siglo XXI. 
Ese pozo oscuro está en nuestros corazones, y es nuestra 
naturaleza. Y al fondo hay un ombligo enorme al que miramos con visión, no de pozo, sino de túnel.
 




 
 
5 comentarios :
Altamira me encantó a mi tambien.
A cuantas preguntas invita ese lugar. Y cómo tu dices: que será todo eso que hemos olvidado?
Pues tiene el Museo de Altamira una tienda de Souvenires fenómena. Me traje dos libros llenos de respuestas, así que ya te diré cuáles son las nuevas preguntas...
¡Qué bueno, verte por aquí! :)
Siempre que visito la zona y son muchas, me quedo con ganas de entrar pero por unas cosas o otras nunca acabo por hacerlo la próxima sin falta.
Deberías. En confianza: en vez de, o además de ALtamira, visita la Cueva del Castillo, o la del Pendo. Ahí sí puedes ver las pinturas orginales, y vale la pena.
Muy buenooooo!!!!!!!!
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