jueves, octubre 20, 2022

Juego de manos con monedas

Nos buscamos en una estación de tren decimonónica para deshacer un malentendido, como en el final de una película romántica. Nos abrazamos y la gente aplaude, y nos prometemos estar juntos para siempre - ...o hasta la tercera vez que te ponga celoso - bromea ella, pero yo no recuerdo a qué hace referencia esa broma.
Cuando nos despertamos de madrugada su cara está arrugadísima, es vieja, y yo también, y no entiendo qué ha pasado, pero Eva parece entender que ha pasado toda una vida y, además, razonablemente buena.
 Como en una ensoñación estamos en Benarés - ¡Hace tantos años que estuve aquí! Todo sigue igual, el embarcadero, aquí a la derecha estaban los buitres que se comen los cadáveres - Me emociono hasta el llanto. Todo está lleno de monedas, dos o tres en cada mesa en la que los turistas toman el té, por aquí y por allá en el suelo, de muchos países distintos, segun voy explicándola: - Mira, esta que parece una galleta con una gema roja en el dentro, es de Dubai, aquí hay dos de Ceylán. - 
Veo a lo lejos aquella chica rubia de pelo rizado que conocí en mi viaje a la India, y ella también me reconoce, pero al presentarle a Eva no consigo recordar su nombre - Últimamente he tenido problemas de memoria, luego te lo explico - me disculpo.
La chica rubia se despide de su último amante en las escaleras del hotel, y nos sentamos a tomar té. Me sorprende encontrar sobre la mesa una moneda conmemorativa de un concurso literario patrocinado por ColaCao - Sí recuerdo el nombre de su amiga, Irene - ¿Qué fue de ella?
Ahora está "escrita", lo hizo por amor. Intuyo que estar escrita es algo así como verter su identidad a algún soporte digital cuando la chica rubia coloca una antena blanca en la ventana de la cafetería para conectarme con ella. Me explica que no está muy contenta porque al final ser vertió en catalán, y tiene problemas con el idioma.
Al mirar a pantalla, leo algo parecido al catalán en su grafía y estructura, ciertamente, pero incomprensible para mí. - No me extraña que tenga problemas. ¡Esto está mal, no se entiende nada! - la chica rubia y Eva se miran con cara de preocupación...
Me despierto, y me sorprendo al comprender cómo mi propio subconsciente me ha escamoteado, al contrario de lo que suele suceder en los sueños, en los que uno sabe espontáneamente lo que necesita saber para entender qué pasa, la verdadera clave de lo que me sucedía en el sueño.

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