viernes, mayo 19, 2006
Dibujar gallos
Cuando los cuadernos se empiezan a amontonar en las estanterías no puedo evitar preguntarme para qué sirven, para qué sirve el tiempo empleado, por poco que sea. Pero de vez en cuando, lo sé. De vez en cuando, a uno le encargan cosas que dibujar.
Entonces, me acuerdo de la historia esa del japonés que le pidió a un amigo artista que le dibujara un gallo. El amigo artista accedió de buen grado, y siempre que se veían se lo recordaba
-oye, amigo artista, ¿qué pasa con mi gallo? (Bueno, los japoneses no dicen así las cosas, al menos en los cuentos, pero tampoco nos vamos a poner a echarle cuento al cuento).
Y el otro contestaba
-estoy en ello, estoy en ello
Un día, harto de esperar y con una pared vacía, el japonés que esperaba le dijo al amigo artista
-mira, si no lo vas a hacer me da igual, pero no me cuentes tu vida.
Y el amigo artista le invitó inmediatamente a su estudio para solucionar el asunto. Al llegar, cogió un pincel y dibujó en un gran papel japonés un gallo simplísimo, bellamente sintetizado en cuatro pinceladas. Un dibujo soberbio. El japonés que esperaba se indignó
-amigo pintor, eres un grandísimo cabrón (ya, ya sé que los japoneses no hablan así. Pero yo sí, y soy el que cuenta el cuento). He esperado durante cinco años, y resulta que podías hacerlo en cinco minutos, sin ningún esfuerzo.
-Este sí, pero no los demás- respondió el japonés artista. El amigo, que ya no esperaba, y que había perdido sabiamente la paciencia justo cuando ya no la necesitaba, miró entonces a su alrededor y comprobó que el estudio estaba repleto de los dibujos fallidos de gallos que su buen amigo artista había estado haciendo durante cinco años.
No sólo iba a publicar en el blog dibujos de gallos. Éste me lo han encargado para un cumpleaños de alguien a quien no conozco.
Feliz cumpleaños.
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