Hay más gente esperando, en la cabaña de madera en la que proporcionan bicicletas para llegar a la rave, pero nosotros hemos decidido quedarnos a dormir en el suelo de tablones, que es bastante confortable. Un tipo con mala pinta come cucarachas vivas, y se las deja asomando en la boca antes de tragarlas, para despertar nuestra repungnancia, pero no tarda en irse.
Paula ha llegado tarde, y la han dado la última bicicleta, que se supone que es eléctrica, aunque no consigue encenderla. Tiene una vasija de cerámica en el trasportín, donde se debería iniciar una combustión, y la ayudamos con unas cabezas de fósforo que echamos dentro. Entonces, por fin, la vasija se ilumina por dentro y empieza a hacer un ruido como el de una motocicleta, y se va con los demas, pedaleando por entre los pinos. Todo tiene un aire siniestro, pero ajeno a nosotros dos, que nos quedamos allí contentos de tener la cabaña sólo para nosotros.
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Él decide quedarse en un bar irlandés, y no ir con los demás a Zaragoza. Un cliente de donde trabajo y yo nos reuniremos con ellos allí dentro de un par de días, porque estamos esperando a que se incorpore alguien. Es un día luminoso, y nos espera un viaje festivo y agradable, en el que nos vamos a juntar muchos para pasarlo bien, aunque no sé exactamente quiénes. Nos dedicaremos a los últimos preparativos en estos dos días.