jueves, septiembre 13, 2012

Gigantes o cabezudos

Hay más gente esperando, en la cabaña de madera en la que proporcionan bicicletas para llegar a la rave, pero nosotros hemos decidido quedarnos a dormir en el suelo de tablones, que es bastante confortable. Un tipo con mala pinta come cucarachas vivas, y se las deja asomando en la boca antes de tragarlas, para despertar nuestra repungnancia, pero no tarda en irse.
Paula ha llegado tarde, y la han dado la última bicicleta, que se supone que es eléctrica, aunque no consigue encenderla. Tiene una vasija de cerámica en el trasportín, donde se debería iniciar una combustión, y la ayudamos con unas cabezas de fósforo que echamos dentro. Entonces, por fin, la vasija se ilumina por dentro y empieza a hacer un ruido como el de una motocicleta, y se va con los demas, pedaleando por entre los pinos. Todo tiene un aire siniestro, pero ajeno a nosotros dos, que nos quedamos allí contentos de tener la cabaña sólo para nosotros.
Sujeto a un gigante por el cuello contra la pared y, aunque hace ademán de golpearme en el costado con los puños, no tengo miedo. Al mirar abajo, sorprendido por no notar el golpe, descubro que no puede golpearme porque no tiene brazos. En realidad, no tiene cuerpo, es sólo una cabeza. Comprendo que no le cogia por el cuello amenazadoramente, sino sólo para sostenerle.

Él decide quedarse en un bar irlandés, y no ir con los demás a Zaragoza. Un cliente de donde trabajo y yo nos reuniremos con ellos allí dentro de un par de días, porque estamos esperando a que se incorpore alguien. Es un día luminoso, y nos espera un viaje festivo y agradable, en el que nos vamos a juntar muchos para pasarlo bien, aunque no sé exactamente quiénes. Nos dedicaremos a los últimos preparativos en estos dos días.
Me despierto y es de día. Por un momento creo que me he dormido y llego tarde a trabajar, pero en el móvil veo que aún me quedan cuarenta minutos para levantarme. Fenomenal. Son mis cuarenta minutos favoritos del sueño. Los últimos: como un postre.