viernes, abril 15, 2011

Parénesis del matrimonio.

Por esa época los misioneros rastrillaban el desierto persiguiendo concubinas para casarlas. Iban hasta las rancherías más olvidadas en un camioncito decrépito, con cuatro hombres de tropa bien armados y un arcón de géneros de pacotilla.
Lo más difícil de aquella cacería era convencer a las mujeres, que se defendían de la gracia divina con el argumento verídico de que los hombres se sentían con derecho a exigirles a las esposas legítimas un  trabajo más rudo que a las concubinas, mientras ellos dormían despernancados en los chinchorros.
Había que seducirlas con recursos de engaño, disolviéndoles la voluntad de Dios en el jarabe de su propio idioma para que la sintieran menos áspera, pero hasta las más retrecheras terminaban convencidas por unos aretes de oropel.
A los hombres, en cambio, una vez obtenida la aceptación de la mujer, los sacaban a culatazos de los chinchorros y se los llevaban amarrados en la plataforma de carga, para casarlos por la fuerza.
La Increíble y Triste Historia de la Cándida Eréndira y de su Abuela Desalmada
Gabriel García Márquez
Barral Editores
Barcelona, 1972