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Fue Kallan quien me habló de los espacios intermedios, mientras paseábamos una noche junto al puente que une Changspa y Leh. Y me habló de ellos precisamente para indicarme que no existen, igual que los espacios entre las palabras son parte de la caligrafía, y no interrupciones del escrito.
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También en el tiempo contínuo de nuestras vidas tendemos a pensar en los momentos molestos como interrupciones. Y dejamos de poner atención, esperando a que nuestra vida se reanude para volver a disfrutarla.
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Así, los días van menguando, según le vamos descontando los ratos que
perdemos fregando los cacharros, lavándonos los dientes o dirigiéndonos al trabajo. Algunas personas no consiguen vivir más de tres o cuatro horas diarias.
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A Baudelaire debería perdonársele la puñetera ambición de ser sublime, aunque sólo fuera por el deseo de constancia.