jueves, febrero 27, 2020

Hechos reales: la oficina florida

 En la oficina de la niña que nació gratis colocaron unas hermosas plantas con la encomiable intención de dotar al lugar de un aire más biológico, más vivo, en definitiva, más alegre. Alguien supuso que eso mejoraría la productividad.
Nadie pensó en que esas plantas, fuera de su contexto habitual, no sabían muy bien a qué atenerse, y tendían a interpretar erróneamente las señales que su entorno les enviaba.
 
Al terminar los puentes de invierno confundían el calor de la calefacción, oportunamente puesta al máximo para compensar el frío acumulado y calmar las quejas de los trabajadores, con una primavera repentina y virulenta, y con la misma pasión florecían violentamente.
Pero ¡ay! no era la clase de flores que seducen en ramos a las enamoradas. Qué va. Lejos de las sutilezas, las enormes flores de colores intensos tenían un olor si cabe más superlativo: sabedoras de la función necrófila que desempeñan muchos insectos, inundaban la oficina con olor a cadáver .
Las cortaron con urgencia, no fuera a ser que la certeza de lo efímero perturbara la productividad de los asalariados. ¿Quién emplearía el tiempo en trabajar mientras la vida se le escapa ante las propias narices?

viernes, febrero 07, 2020

Necios y quebrantos

 
[...] Anarcarsis se rió del cuidado de Solón y de que pudiera pensar que contendría las injusticias y codicias de los ciudadanos con los vínculos de las leyes, que decía no se diferenciaban de las telas de araña, sino que, como éstas, enredaban, pero eran despedazadas por los poderosos y los ricos.
A esto se dice haber contestado Solón que los hombre guardan los contratos cuando no tienen interés en quebrantarlos ninguna de las partes, y él había de tal modo unido las leyes con los intereses de los ciudadanos, que todos conocían estarles mucho mejor que el quebrantarlas el obrar con justicia;
pero el éxito fue más conforme con las conjeturas de Anacarsis que con las esperanzas de Solón.
Dícese también que Anacarsis, habiéndose encontrado en una junta pública, se había maravillado de que entre los Griegos el hablar era la parte de los sabios, y el juzgar la de los necios.
Plutarco
Solón
Vidas Paralelas Tomo I
Obras Maestras - Editorial Iberia
Barcelona 1979