No hace mucho tiempo, un rey de la divina ciudad de Shiraz celebró un torneo de tiro al arco para divertir a sus amigos. Hizo que un joyero forjara el anillo más bello y puro del mundo, sobre el que el que se encastó una esmeralda de inestimable valor. El rey ordenó que el anillo fuera colocado en el extremo de la bóveda de Asad. Un voceador anunció que cualquiera que atravesara el anillo con una flecha podría reclamarlo para sí como recompensa por su impecable puntería. Un millar de los mejores arqueros de la zona intentaron la gesta sin éxito. Sucedió también que, entre tanto, un niño pequeño se entretenía con un arco de juguete en una azotea. Una de las flechas, disparada al azar, ensartó el anillo. Un grito de entusiasmo se levantó entre la extasiada multitud.
El rey, exaltado, regaló el anillo al niño, quien, tras recoger el gran premio, tomó la sabia decisión de volver a casa y quemar el arco, para que la reputación de su hazaña se mantuviera incólume.
El Contador de Historias
Rabih Alameddine
Random House Mondadori 2009