Cada mañana, la bruja acudía al establo y decía:
- Hansel, saca un dedo para que vea si has engordado.
Pero Hansel sacaba un hueso, y la vieja, que tenía muy mala vista, creía que era un dedo, y se preguntaba por qué no engordaba.
Al cabo de cuatro semanas, Hansel seguía muy flaco, así que la bruja se cansó y no quiso esperar más:
- Gretel -llamó-, mañana cocinaré a Hansel, esté gordo o flaco.
Caillou - Hansel y Gretel
Cuento Popular
Editorial Everest
Madrid 2012