Es la roca la que cede, la que escucha, la que toma la forma que le indica el agua. Las olas inciden siempre en el mismo sentido, con igual ímpetu, y con una constancia ciega y sorda.
Es la roca la que permanece y se adapta, la que se deja herir y se hace una con el lugar al que pertenece.
Es la roca la que encuentra su lugar.