sábado, enero 29, 2011

Quince minutos de felicidad

Como muchos de vosotros ya sabéis, hace algunos meses que participo en las sesiones de Dibujo Madrid, en la Tabacalera de Lavapiés. No creo que pueda resumir en un solo post lo mucho que, por diversas circunstancias, ha significado para mí este descubrimiento.
No había vuelto a dibujar en grupo desde que terminé la carrera, y muchas veces me he quejado de la amargura que produce vivir en solitario la pasión por el dibujo.
Cada vez que se dispara el pistoletazo de salida -¡Quince minutos!- se hace un silencio religioso, y puedo escuchar no menos de sesenta lápices y rotuladores de todo tipo a mi alrededor, derramando dibujos sobre el papel. Todos corremos juntos desde la meta hasta el principio mismo de nuestras miradas.
Al terminar me noto un comportamiento vagamente extraño, entre satisfecho y avergonzado, como si me hubiera despertado de un sueño, porque a estas alturas uno no se espera que la felicidad plena sea tan accesible y barata, que pueda durar tanto -¡quince minutos!-, y resulta difícil comprender que las calles y las plazas, los bares y los salones, los colegios y los hospitales, no estén plagados de dibujantes en comunión con el mundo que dibujan, en un silencio religioso interrumpido solamente por un grito ocasional:
¡Quince minutos!

lunes, enero 17, 2011

Discreción y reinvención

 -Señor -dijo sir Lanzarote-, mi nombre es Le Chevalier Mal Fet, que quiere decir el caballero que ha obrado mal.
 -Señor -dijo sir Cástor-, bien puede ser así, pero siempre pensé que vuestro nombre era sir Lanzarote del Lago, pues yo os he visto antes de ahora.
 -Señor -dijo Lanzarote-, no sois gentil caballero. En caso de que mi nombre fuese sir Lanzarote, y quisierano descubrirlo, ¿en qué os agraviaría guardar mi decisión, y no dañarme con ello? Pero sabe bien que si alguna vez está en mi poder agraviaros, os prometo hacerlo verdaderamente.
La muerte de Arturo
V. II
Sir Thomas Mallory
Ediciones Siruela
Madrid 2005

sábado, enero 01, 2011

Feliz 2011 para papalagis

(...) Cuando en una ciudad europea ha pasado una cierta parte del tiempo, estalla en un espantoso y clamoroso estrépito.
Cuando este ruido del tiempo suena, los Papalagi se lamentan: "¡Terrible, otra hora esfumada!". Y entonces, como una norma, ponen un rostro sombrío como alguien que tiene que vivir una gran tragedia. Asombroso, pues inmediatamente después empieza una nueva hora.
(...) Creo que el tiempo resbala de sus manos como una serpiente deslizándose de una mano húmeda, tan sólo porque siempre trata de agarrarse a él. No dejará que el tiempo venga a él, sino que correrá tras él con las manos extendidas. No se permitirá malgastar el tiempo tumbándose al sol. Siempre quieren mantenerlo en sus brazos, darle y dedicarle canciones e historias.
Pero el tiempo es tranquilidad y paz amorosa, amar, descansar, y tenderse en una estera, imperturbable. Los Papalagi no han entendido al tiempo, y por consiguiente lo han maltratado con sus bárbaras prácticas.



¡Oh mis hermanos amados! Nosotros nunca nos hemos lamentado sobre el tiempo, lo hemos amado del modo en que era, nunca lo hemos perseguido o cortado en rebanadas. Nunca nos da preocupación o pesadumbre. Si hay alguno entre vosotros que no tiene tiempo ¡Dejadle que hable!

(...) Nosotros debemos liberar al engañado Papalagi de sus desilusiones y devolverle el tiempo. Cojamos sus pequeñas y redondas máquinas del tiempo, aplastémoslas y digámosles que hay más tiempo entre el amanecer y el ocaso del que un hombre ordinario puede gastar.
Los Papalagi
Los Célebres Discursos de un jefe samoano
Tuavii de Tiavea
Reunidos por Erich Scheurmann
Pastanaga  Editors e Integral Edicions, S.C.
Barcelona 1983