En una revista que circulaba por casa cuando yo era pequeño se daba un caso de extrema crueldad hacia un dibujante. A pesar de que las fotocopiadoras ya estaban inventadas, se le solicitaba la réplica exacta de un dibujo ya existente.
Estaba claro que aquel pobre señor se había esforzado al máximo; sin embargo, había cometido siete errores. Aunque la reproducción estaba realmente lograda, y sin duda servía para sus propósitos, parece ser que alguien arriba se lo había tomado a mal, y había decidido dar un buen escarmiento. Ambos dibujos fueron publicados, explicando lo sucedido, y se retaba al lector a encontrar esos errores, para escarnio del pobre dibujante. El episodio se repetía cada semana, y el dibujante, por orgullo o fatalidad, siempre cometía siete errores.
Lo cierto es que, a excepción de los siete inevitables errores, las reproducciones eran cada vez más y más conseguidas, hasta el punto de que, considerando que los dibujos eran definitivamente diferentes, era imposible decir en cual de ellos estaban los errores, y en cual los aciertos.