viernes, julio 16, 2010

Un momento glorioso



Debo de tener unos seis años, pero hasta un niño de tres comprende que aprovechar el arcén para adelantar a la gente que soporta un atasco camino de la playa, es de miserables. Por eso me puse tan contento cuando vi a un dos caballos habitado por unos jipis salirse de la fila, e incorporarse al arcén. Respetaron, sin embargo, el ritmo del atasco, en el que el conductor del coche inmediatamente anterior les guardaba espacio suficiente para incorporarse cuando quisieran, y se contentaron con obligar al conductor miserable a respetar también la velocidad que imponía la situación.
Lo mejor no era la justicia triunfante, sino la sana humillación a la que se vio sometida el conductor tramposo por parte del resto de conductores y pasajeros. Nadie disimulaba las carcajadas y el tipo aquel parecía cada vez más pequeño y más inofensivo. El atasco se parecía de pronto a una fiesta porque, una vez se consiguió frenar al acelerado, todo el mundo dejó de tener prisa.

sábado, julio 10, 2010

El descubrimiento del fuego

Acaban de pintar, o algo así, y encuentro un trozo del papel de estraza que se ha usado para envolver algo. Además tengo acceso al salón, que aún no tiene alfombra, y es una nueva zona de exploración, porque generalmente la puerta está cerrada. Creo que aún voy a gatas, y desde luego no hablo. Recuerdo ese extraño objeto de metal, cilíndrico, sobre la mesita baja. Tiene un óvalo grande, negro, en un lado, y si se aprieta fuerte, sale fuego. Sé que el fuego hace daño, pero no soy tonto, no acercaré el dedo, sino el papel. A ver qué pasa.

Oye, qué bonito, el fuego crece al contacto con el papel. En realidad, crece bastante, y se está acercando a mis dedos. Mal asunto. Si lo suelto quemaré la casa, si no lo suelto, me quemaré yo. Piensa algo, rápido. Ponlo hacia abajo, y se caerá. Sorprendente, el fuego trepa, y crece aún más. Claro, como no pesa, como los globos... ¡ouch!

Lo siguiente que recuerdo es la extraña sensación de la crema blanca en los deditos. Es verdad que calma el escozor, pero ni Sana Sana, Culito de Rana, ni gaitas. Sigue doliendo que no veas. ¿Cómo no voy a llorar?

viernes, julio 02, 2010

Fuente y caudal



El individuo puede tener presentes toda clase de objetivos personales, de fines, de esperanzas, de perspectivas, de las cuales extrae la energía para los grandes esfuerzos y actividades; ahora bien, cuando lo impersonal que le rodea, cuando la época misma, a pesar de su agitación, en el fondo está falta de objetivos y de esperanzas, cuando ésta se le revela como una época sin esperanzas, sin perspectivas y sin rumbo, y cuando la pregunta sobre el sentido último, inmediato y más que personal de todos esos esfuerzos y actividades -pregunta planteada de manera consciente o inconsciente, pero planteada al fin y al cabo-, no encuentra otra respuesta que el silencio del vacío, resultará inevitable que, precisamente a los individuos más rectos, esta cincunstancia conlleve cierto efecto paralizante que, por vía de lo espiritual y moral, se extienda sobre todo a la parte física y orgánica del individuo.
Para estar dispuesto a realizar un esfuerzo considerable que rebase la medida de lo que comúnmente se practica, aunque la época no pueda dar una respuesta satisfactoria a la pregunta "¿para qué?", se requiere bien una independencia y una pureza moral que son raras y propias de una naturaleza heroica, o bien una particular fortaleza de carácter.
La Montaña Mágica
Thomas Mann
Pocket Edhasa 2010