Sólo que no queremos que nos rescaten. Sólo queremos el cargamento, de madalenas, que vamos poniendo cuidadosamente en cajas para meterlo en la nevera, y que nos duren. Tengo mucho dinero: varios billetes de cincuenta, algunos de veinte y dos o tres de cinco. Son los nuevos euros, modernísimos. Tienen un cuadradito negro, como la pantalla de una calculadora, que percibe los billetes de debajo, y en el cuadradito del billete superior aparece la suma del fajo de billetes.
Funciona mal. Los billetes no están cortados con el mismo tamaño exacto, y si los cuadraditos no están alineados salen valores raros, en plan cuarenta y seis, o cuatro. A veces falta un trozo de número... Se lo cuento a Pilar, que no demuestra interés, y a mi madre, que dice que no entiende de cosas modernas. Yo les explico que es porque son billetes hechos en Alemania, y que son malos. España ha tenido grandes grabadores, y los billetes españoles han sido siempre de altísima calidad.
A nadie parece importarle, pero yo creo que nos la han colado, y que así no podremos saber cuánto dinero tenemos si no lo contamos nosotros.
Me despierto. Faltan diez minutos para que suene el despertador.