lunes, marzo 28, 2011

Barcelona desconocida

Mi hermana está en mi habitación encima de mí, y me sujeta las muñecas, así que tiene pinta de que ha ganado. Con diez años contra uno de cinco, ya podrá. Además, no vale morder, y eso me sitúa en desventaja.
- ¿Tú quieres ir a vivir a Barcelona?
A mí, claro, me pilla por sorpresa, porque yo no sabía que eso de cambiar de ciudad podía pasar. Pero Barcelona es la tierra prometida, el paraíso perdido, el origen olvidado. Hay una especie de responsabilidad moral, que me obliga a abrazar el destino desconocido.


- Yo sí; ¿y tú?
- No lo sé. He oído a los padres que nos vamos a ir a vivir a Barcelona.

Siento un momento de pánico, porque entonces la cosa va en serio. Pero con cinco años aún no se conocen los cambios lo suficiente como para temerlos y, qué demonios, cómo no voy a querer: ¿no sería una traición querer quedarse en Madrid?
Noto por primera vez el deseo de cambio, no por rechazo del presente, sino por pura curiosidad. Es la atracción del abismo la que me empuja a hablar:
- Pues yo sí que quiero.