miércoles, octubre 30, 2013

Un puñado de arena

 La olla exprés está semienterrada en la arena de la playa, que es de un tono grisáceo, seguramente porque está nublado. Somos un grupo de siete u ocho personas, sentadas o tumbadas, pero vestidas de calle, y sólo defino las caras de Pablo y de Michi, aunque sé que a los demás también los conozco y pertencen al mismo círculo social. La olla ya está llena de pollo y hortalizas, y aún me sobra un nabo, que voy a regalar por ahí, que no están las cosas para andar tirando la comida. 
Pero cuando vuelvo, mi grupo de amigos se ha movido unos cincuenta metros, y alguien me ha robado los ingredientes. Apenas quedan un par de alas de pollo en el fondo de la olla, asomando entre un poco de arena. Cuando les alcanzo, y evalúo los daños del hurto, descubro que las alas de pollo están calcinadas, y al intentar cogerlas se deshacen en un polvillo negro que se mezcla con el puñado de arena que queda en el fondo de la olla.