Henry Cartier-Bresson adquirió su primera Leica en la edad de la reinvención, los 34 años. Defendía una nueva actitud del fotógrafo ante la realidad: si hasta entonces los fotógrafos profesionales se veían obligados a bajar la cabeza en una suerte de reverencia al mirar por el visor de sus Rolleiflex TLR, con la llegada de la Leica y su visor de telémetro por fin miraban a la realidad directamente a la cara.
Cada vez que veo a alguien hacer una foto con una compacta digital, me pregunto qué habría dicho el fotógrafo francés de esos nuevos visores de pantalla LCD, que obligan a la gente a levantar un muro con sus manos, rechazando la realidad.
Pero últimamente, con las pantallas táctiles, he descubierto que, después de mantener la realidad a distancia con las manos, para hacer la foto es necesario golpearla con el dedo.
Justo como si le estuviéramos metiendo el dedo en el ojo.