Nadie se sorprende hoy en día al ver aplicados los principios de la física newtoniana a estructuras de comprensión de la experiencia vital humana. La atracción y la repulsión como preferencias personales han pasado de ser metáfora a ser parte de la naturaleza polisémica de esas palabras con discreta facilidad. Lakoff y Johnson han investigado este fenómeno con más dedicación y habilidad de la que yo pretendo.
Comprender el alcance metafísico del principio de indeterminación de Heisenberg es, supongo, la evolución natural. Deberemos considerar que ya en el Bhagavad Gitá se interpreta la existencia humana como movimiento en un sentido, la acción como autorealización inexcusable, y vinculada por ello al individuo.
La imposibilidad de determinar con precisión, mientras se define la propia identidad, el lugar que le corresponde a uno en el mundo es, por tanto, definitivamente remota.
Y, seguramente, irrelevante.