Bower y Patterson (1972) plantean que el bebé tendría una noción del objeto independiente de sus propias acciones y, en particular, de la orientación de la mirada. Ellos buscan el objeto desaparecido detrás de la pantalla, cunado hay una trayectoria más o menos regular que les permite inferir el punto por donde saldrá. A los dos meses intentan atrapar en la oscuridad un objeto que han visto antes de que se apagara la luz.
Hacia el quinto mes, parecen bastante sorprendidos cuando algo que ha desaparecido detras de una superficie aparece con otro color diferente. ¿Cómo explicar esta sorpresa si, tal y como sostenía Piaget, para un bebé un objeto carece de existencia permanente más allá de las visiones que de él tiene?
Con la reaparición de las cosas, tendría que surgir una nueva representación, sin ningún vínculo con la precedente, en cierto sentido sin pasado ni futuro. Sin embargo, no es así.
Los orígenes del lenguaje
Aníbal Puente Ferreras
Alianza Editorial
Madrid, 2006