Porque cuando el discurso se centra en la esclavista, y por lo tanto altamente jerarquizada Grecia antigua, el alumno se entera de que también entonces la ropa que se utilizaba era la misma para todos, con una pequeña salvedad: primero la utilizaba el amo y luego pasaba a las manos del esclavo, pero los peplos y las clámides eran los mismos.
En Roma, naturalmente, el ciudadano de pleno derecho se distinguía del resto llevando una toga, pero su uso era poco frecuente durante los tiempos del Imperio. Por la calle no era nada fácil apreciar la diferencia entre un individuo libre y otro que no lo era: solía ocurrir que los esclavos salían de su casa cubiertos de oro para presumir, mientras los ciudadanos libres se ponían el primer trapo que encontraban.
Gibbon cuenta que un buen día se presentó en el Senado una moción que pretendía poner punto final a aquella escandalosa situación y votar a favor de un uniforme reglamentario para todos los esclavos.
El Senado desestimó la propuesta no porque amase la democracia sino justamente por todo lo contrario: los esclavos, ataviados todos ellos con uniformes, se darían cuenta de inmediato de su abrumador número...
Wislawa Szymborska
Lecturas No Obligatorias. Prosas.
Ediciones Alfabia
Barcelona 2009
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