Es poco menos que imposible describir la renovada conciencia que se posee cuando se abandonan las palabras. Una se ve transportada en el tiempo, tal vez al mundo de la primera infancia, cuando todo es natural y pleno de cosas maravillosas.
Las palabras pueden intensificar la experiencia, pero también pueden empobrecerla. Contemplamos un insecto y ya estamos abstrayendo determinadas características y clasificándolo: una mosca, decimos.
Y en ese preciso momento cognitivo, parte del milagro ha desaparecido. Una vez hemos etiquetado las cosas que nos rodean, dejamos de observarlas con tanta atención.
Las palabras son parte de nuestro yo racional, y olvidarnos equivale a dejar que nuestro yo intuitivo vuele con entera libertad.
Gracias a la Vida
Jane Goodall y Philip Berman
Grupo Editorial Random House Mondadori
Barcelona 2003