Para desestimar las quejas que puedan resultar de los veredictos de los mercados, los políticos cuentan con la ya probada fórmula del NHA ("No hay alternativa"), un diagnostico que no colma las expectativasde nadie, una hipótesis para nada alentadora de ellos mismos.
Cuanto más repiten la fórmula, más absoluta es la rendición de la soberanía del estado a los bienes de consumo, y más sobrecogedora e inabordable se vuelve la soberanía del mercado.
(...) Mucho más revolucionaria (y potencialmente fatal para esa forma que el Estado adoptó en la era moderna) es otra tendencia que mina los cimientos más profundos de la soberanía del Estado: la inclinación de ese Estado debilitado a ceder muchas de sus funciones y prerrogativas a los poderes impersonales del mercado.
(...) Mucho más revolucionaria (y potencialmente fatal para esa forma que el Estado adoptó en la era moderna) es otra tendencia que mina los cimientos más profundos de la soberanía del Estado: la inclinación de ese Estado debilitado a ceder muchas de sus funciones y prerrogativas a los poderes impersonales del mercado.
O la rendición incondicional del Estado al chantaje con el que las fuerzas del mercado contrarrestan las políticas que favorecen y votan los electores, fuerzas que arrebatan a la ciudadanía su carácter de punto de referencia y árbitro definitivo de las normas políticas.
(...) El Estado en su conjunto, incluidos su brazo legislativo y judicial, se convierte en el ejecutor de la soberanía de los mercados.
(...) El Estado en su conjunto, incluidos su brazo legislativo y judicial, se convierte en el ejecutor de la soberanía de los mercados.
Zygmunt Bauman
Fondo de Cultura Económica
Madrid 2007
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