Hesíodo y Solón, los testimonios occidentales más antiguos, ven en él [trabajo] la fuente principal de dignidad y cumplimiento, una bendición que permite al "hombre común" ser heróico sin recurrir a hazañas bélicas.
La leyenda de Adán y Eva, en cambio, lo considera la principal maldición humana, sin duda porque en el mundo mediterráneo empezaba a imponerse su prestación involuntaria [Tripalium, el aspa de tres palos usada para crucificar a esclavos rebeldes, es la raíz etimológica de trabajo y travail. El work inglés y el werk alemán apuntan a "actividad", como el ergon griego.], a través de una sociedad esclavista que escinde otium y negotium, reservando lo primero al bien nacido.
La sociedad comercial demolió poco a poco ese inmovilismo a través de adictos al trabajo voluntario, presididos por el diligente puritano, y es en la segunda mitad del siglo XIX cuando el workaholic aparece denunciado por primera vez como prototipo del agonismo burgués.
Lafargue argumenta entonces el derecho a la pereza, interpretando en esos términos lo que su suegro Marx ha planteado al definir la sociedad comunista como aquella orientada a lograr el "mínimo de trabajo social".
Los Enemigos del Comercio
Una Historia Moral de la Propiedad III
Antonio Escohotado
Espasa libros, S.L.U.
Barcelona 2013
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