La humanización de los dioses fue un paso de asombrosa audacia. Describir seres sobrenaturales, no como espíritus vagos, sin forma, o como figuras monstruosas, semiaves, semianimales, por ejemplo, sino como hombres y mujeres, con órganos humanos y pasiones humanas, reclamaba una audacia y un máximo orgullo de la propia humanidad.
Después de crear a los dioses de esta suerte, el hombre homérico se decía semejante a los dioses. [...]
Los reyes eran honrados como dioses, pero nunca adorados. Los héroes eran hombres, no objetos de culto. [...]
Por otra parte, no había líneas divisorias locales, regionales o nacionales de consecuencia genuina entre los hombres. Ni en asuntos de culto o en cualquier otro aspecto fundamental de la vida humana hacía el poeta denigrantes clasificciones ni distinciones. Los individuos y las clases variaban en mérito y capacidad; pero no los pueblos, ni entre los aqueos y otros ni entre si mismos.
Esta universalidad de la humanidad de Homero es tan audaz y notable como la humanidad de los dioses.
El Mundo de Odiseo
M. I. Finley
Breviarios
Fondo de Cultura Económica
México D.F. 1980