Ya me referí en otra ocasión a los extraños paralelismos entre los viajes a la India y viajes de otra índole muy distinta (¿o quizá no tanto?). Me preocupaban bastante la siete horas de espera en el aeropuerto de Moscú a la vuelta, porque temía que para entonces no dispondría de lecturas ni paciencia suficientes para pasar un rato agradable. Me equivocaba, pero eso n0 importa:No volvíamos de Laos, de las Seychelles ni de Damasco, pero aun así lo importante es la compañía y, en el lento volver a la realidad cotidiana, las conversaciones que se mantienen con los compañeros de viaje sobre las experiencias vividas y las interpretaciones que faciliten su digestión son probablemente la parte fundamental. Discutíamos con la lección del elefante flotando sobre nuestras cabezas, con la certeza de que ninguno tiene más razón que el otro.
Me faltaba Pawan, el joven monje budista que me acompañó durante varios días. A base de honradez de espíritu me hizo saltar por encima de la lengua, la cultura, la raza, la religión y la edad para mirar a otra persona sin prejuicios, sin disimular la curiosidad por lo diferente y lo nuevo, pero sin dejar que esa curiosidad cobre el protagonismo.
Me parece que Pawan piensa que todo lo demás, lo que una persona seguiría teniendo si hubiera nacido en otra vida, es mucho más interesante.
Me parece que Pawan piensa que todo lo demás, lo que una persona seguiría teniendo si hubiera nacido en otra vida, es mucho más interesante.